martes, 4 de junio de 2013

CUATRO: Intersección Arte y Gastronomía

Como parte de la tercera convocatoria de AD/OPTA & ADAPTA en Capilla del Arte, el viajero Chef Iñigo Medina generó este texto el cual pidió hospedar en este blog. 

A continuación compartimos la introducción de su relato; al final de este espacio encontrarán la liga para consultar el PDF completo, el cual está disponible para descarga en los términos de la licencia de Creative Commons seleccionada por su autor. 

CUATRO: Intersección Arte y Gastronomía
Relato y recetario lúbricos del reconocido viajero Chef Iñigo Medina.

Para Magda, porque sin ti estas líneas no existirían.


Superada la miel, que empiece el relato…

Si quisiera profundizar en la relación que existe entre sexo y comida hubiera estudiado Psicología. Como lo mío era follar y comer opté por Artes Culinarias. Y aunque de psicólogo tengo lo mismo que de monja, lo que sí debo señalar es que la ingesta de alimentos antes, durante o después del acto sexual es cosa innegable. Yo prefiero durante.

Solo piensen en todo el dinero que los hombres –o las tías muy progresistas- invierten en restaurantes, y en rosetas de maíz y sodas en el cine para facilitar el flirteo. Y si eso no es prueba suficiente de un amorío entre la industria alimenticia y las compañías de condones, no sé qué otro argumento usar.

      Decía que tomé la opción culinaria como profesión y seguí en esto del sexo como saludable pasatiempo. Uno de ellos me llevó a recorrer el mundo en busca de nuevos sabores, olores y texturas… y el otro en busca de recetas que desafiaran las expectativas de mis comensales y de los críticos gilipollas que amenazan con quitarte un pico de estrella si el tenedor no guarda una relación exacta de noventa grados con respecto al borde inferior de la servilleta.

      Uno de estos viajes me condujo a una curiosa localidad mexicana bautizada como Puebla. Había escuchado antes del mole poblano, por supuesto, pero no le di muchas vueltas al origen geográfico de esa extraña salsa de chocolate con picante. Ahora entiendo que quizá mi parte francesa, que me viene de mi madre, había bloqueado todo interés por este lugar. Pero de nuevo, no vine a estas tierras a psicoanalizarme. Eso sí, en Puebla, debo confesarlo desde ahora, mi nariz y lengua fueron expuestas a cantidad inimaginable de estímulos. Sobre mis otros órganos prefiero no hablar pues se me ha explicado que este texto será leído en la multicitada ciudad y, ante todo, soy un caballero. 

Cocina poblana. Anónimo. Óleo sobre tela. Colección del Museo Nacional del Arte, México (D.P.)
      Empecé por unas crepas de maíz llamadas tortillas que sirven como base para las chalupas. Las probé primero en La Abuelita, un pequeño y acogedor restaurante sobre el Paseo de San Francisco que se anuncia como el heredero de la receta original, creada por la abuelita del nombre. Para probarlo, el recorte de periódico con el texto del fallecido cronista local, Urbano Deloya, quien certifica la invención y la filiación de la creadora y el establecimiento. Bañadas con salsa picante, roja o verde, y acompañadas de carne deshebrada y cebolla picada, las chalupas, generalmente cinco o seis, fueron mi primer contacto con la gastronomía poblana.

      Como digestivo, el responsable del lugar me sugirió La Pasita, cantina enclavada en una esquina de la calle 5 Oriente, frente a la plazuela de Los Sapos. Bebida de dioses o demonios, eso es decisión del comensal desde 1916, año en que hizo su aparición este licor de uva pasa servido en caballito y con un pedazo de queso y la mencionada fruta seca. Lo que es una certeza es que en nunca antes había probado brebajes como aquellos. Para muestra dos nombres: Sangre de diablo y Sangre de artista. Y ahora una anécdota: una rubia de voluptuosas formas y ojos color almendra que aguardaba para refrescar su garganta, me contó que antaño existía la opción de pedir al cantinero el nivel de concentración alcohólica que cada quien prefería indicando el número de cuadras que deseaba sostenerse en pie. “¿Alguna vez lo intentó?”, le pregunté a mi bella informante. “Sí. La pedí para diez cuadras pero confundió la unidad de medida pues caí apenas di diez pasos fuera de aquí”. Sentí un irrefrenable deseo de atrae su perfumada cabellera hacia mí, producto, seguramente, de las tres pasitas que empezaban a inundar mi cuerpo y aletargar mi espíritu.

      Elipsis de un par de exultantes horas y ciertas calles al norte, mi recorrido continuó. Notablemente agotado, el destino era esta vez la plaza principal, llamada Zócalo, de esta Puebla que unos apellidan “de los Ángeles” y otros “de Zaragoza”. A pesar de mi ateísmo, prefiero el primero: por herencia napoleónica, el otro se me atora en la garganta… Unos metros antes de alcanzar el Zócalo, deambulando por la calle 2 Norte, mi mirada fue atraída por un singular edificio que resaltaba por entre la arquitectura barroca que domina la Angelópolis. Se trataba de una edificación de piedra con estructura de metal verde al descubierto como las que nos regala Paris. Este ejemplo de arquitectura art nouveau poseía otra peculiaridad: su planta alta albergaba una galería de arte contemporáneo. La Capilla del Arte. Salvados los peldaños de madera, llegué a este inmenso espacio que en ese momento exponía la muestra Intersección Cuatro. La recorrí y conocí a sus exponentes: Joaquín Conde, Antonio Álvarez, Carlos Arias y Sergio González Angulo.

      A punto de salir, unas hojas junto al libro de comentarios llamaron mi atención. “AD/OPTA & ADAPTA en Capilla del Arte”, rezaba el título. Comencé a leer y lo que descubrí me pareció fascinante: frente a mi tenía la oportunidad de experimentar con los sabores que me ofrecía la ciudad usando como inspiración adicional las piezas que venía de apreciar. Se trataba de una invitación a reinterpretar ciertas obras y crear nuevas piezas con la técnica o de la disciplina que se desease. Pregunté algunos detalles adicionales, regresé a mi cuarto de hotel y me puse a trabajar con la pasión que esta ciudad había inyectado en mí en las últimas horas.

      Es así, señoras y señores lectores, que les presento sin mayor preámbulo, el producto de  mis investigaciones culinarias en esta Ciudad de los Ángeles, y les regalo a ustedes, y al mundo, mi recetario CUATRO: Intersección Arte y Cocina (2013, en busca de publicación) que busca provocar un orgasmo de sabores en su paladar con base en la cultura y los productos de esta región de Cuetlaxcoapan y sus alrededores.

Para continuar con la lectura, el documento se encuentra pinchando aquí.

El edificio de estilo art-nouveau que hoy alberga a Capilla del Arte fue inaugurado poco antes del estallido de la Revolución Mexicana.
Esquina que forman la 2 Oriente y la 2 Norte.
(Foto cortesía Capilla del Arte).



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